En nuestro taller, resiste a la herrumbre tecnològica, escapa de un tiempo donde la tendencia es reducir todo a conocimiento virtual, en detrimento del trabajo manual. La tradición del taller sobrevive a la industrialización de los productos. Su existencia y dependencia se mantienen debido al trabajo artesanal, su mano de obra y la calidad del material (en bruto, rudo y poco valioso ).

Pero el hierro forjado, tratado a golpes de martillo por las manos de un hombre, transmite al mismo tiempo dureza y maleabilidad, firmeza y dinamismo, sobriedad y exuberancia. Una transformación que en ocasiones nos hace rozar el cielo del arte.